La esquiascopia (o retinoscopia) es una técnica de exploración oftalmológica que determina de manera objetiva el defecto de refracción del ojo (miopía, hipermetropía o astigmatismo). Se usa en niños y en pacientes con discapacidad mental o que no colaboran en la exploración. Es especialmente útil en niños pequeños.
Aunque requiere experiencia, es un examen preciso, rápido y que necesita una mínima cooperación por parte del paciente.
Para su realización se utiliza un retinoscopio en franja, aparato con el que el oftalmólogo proyecta un haz de luz en el ojo y observa el reflejo rojo de la retina. Moviendo el haz de luz en los distintos ejes, observa el movimiento del reflejo rojo y va introduciendo lentes (en una montura de prueba) delante del ojo explorado hasta que el movimiento de dicho reflejo se neutraliza. La magnitud de la lente requerida para neutralizar dicho movimiento cuantifica el defecto de refracción del ojo.
Previamente se instilan en los ojos gotas de colirio ciclopléjico, que dilatan (agrandan) la pupila y paralizan temporalmente la acomodación (o capacidad para enfocar a las distintas distancias) del ojo; con lo que es más fácil ver el reflejo rojo y permite determinar con mayor precisión y menor error el defecto de refracción.
Otras técnicas usadas para determinar el defecto de refracción son la autorefracción y la refracción subjetiva. La autorefracción es un método de retinoscopia que se realiza con un aparato computarizado; puede ser preciso, pero requiere que el paciente esté quieto y enfocando un blanco durante varios segundos para poder obtener así un resultado más fiable. La refracción subjetiva es un método que se utiliza para mejorar los resultados de la esquiascopia o la autorefracción en niños mayores o adultos, y que requiere la colaboración del paciente (que informa acerca de las lentes que le permiten tener una imagen más nítida).